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RAZA AUTÓCTONA

ZAMORANO-LEONESA


Hay tres capítulos principales en esta historia de asnos grandes y lanudos.

El primero de ellos lo conocemos a través de textos de viajeros, reseñas de viejos periódicos, publicaciones veterinarias de hace más de un siglo y fotos en blanco y negro de las ferias de Valencia de Don Juan o de Benavente, donde personas delgadas y con cara de frío posan junto a animales imponentes, casi más altos que ellos. Era el tiempo en que el garañón Zamorano-Leonés, o Leonés, ponía en el mapa el sur de León y el norte de Zamora como cuna de animales de fama, padre de las mejores mulas para la labranza, el transporte o la minería. En ese sentido, esta raza y sus mulas eran animales de la Ilustración, motor en tiempos de cambio, de mejora de los sistemas de cultivo y del transporte terrestre, y de la explotación del carbón como fuente de energía. También lo fue de proyectos ambiciosos como el Canal de Castilla, intento esforzado de acercar la Meseta al mar. La raza asnal Zamorano-Leonesa fue tan importante como para que algunos ejemplares se convirtieran en regalo real y cruzaran el Atlántico para ser recibidos en América con honores de personaje ilustre, como símbolo de la prosperidad que se auguraba a unos recién nacidos Estados Unidos.

El segundo capítulo tuvo lugar a mediados de la década de 1990. Una ayuda europea de conservación de razas autóctonas en peligro de extinción y el impulso de la Junta de Castilla y León, la Diputación de Zamora y un pequeño grupo de entusiastas de la raza hicieron que naciera Aszal –la Asociación Nacional de Criadores de la Raza Asnal Zamorano-Leonesa–, que renaciera el libro genealógico después de décadas de olvido y que se buscara a los últimos ejemplares del mítico garañón.

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Y aparecieron bastantes, en gran parte excelentes, pero no en el área histórica, sino en el oeste de la provincia de Zamora, en las comarcas de suelos pobres y costumbres arraigadas de Aliste, Tierra del Pan y Sayago, sobre todo. Burras que ayudaban en las tareas agrícolas y de transporte y que, en muchos casos, eran los últimos animales que se quitaban después de vendidas las vacas o el rebaño, que aprovechaban los prados y que hacían sentir todavía útiles a hombres y mujeres animosos. Cientos de hembras y unos pocos machos enteros, de escasa calidad racial. Además, algunos depósitos de sementales del Ejército de Tierra mantenían preciosos, y en muchos casos veteranos, garañones zamorano-leoneses, casi como una reliquia de otros tiempos. Cuando se consiguió conectar a estos animales –en algunas ocasiones, los últimos representantes de viejos proyectos de conservación y mejora del Ministerio de Agricultura– con las burras alistanas de carro y labranza, la raza estaba salvada, porque esta, como muchas otras operaciones de rescate de razas locales en peligro de extinción, es una historia de éxito, donde la unión de la administración, los técnicos y los criadores ha dado sus frutos.

El último capítulo lo estamos escribiendo en este momento. Entre unos y otros se ha conseguido que una población cercana a los mil ejemplares, bastante joven, estéticamente atractiva y con suficiente diversidad genética alcance la segunda década del siglo XXI.

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Hemos logrado rejuvenecer a nuestros asnos, pero sus criadores envejecen; de hecho, el tiempo ha hecho mella en los inicialmente numerosos socios del oeste zamorano, que ahora son muy escasos. La tremenda despoblación del occidente de Castilla y León implica que cada vez más animales se mantengan lejos de su territorio y de su cultura, reduciendo así su valor ambiental, social y económico. A esto se suma la desconexión entre el medio urbano y el agrario, que hace que gran parte de la población actual vea a los asnos, y en general a las especies ganaderas, como animales entrañables, pero solo útiles para acompañar autorretratos de teléfono y protagonizar fotos pintorescas.

Pese a todo, el asno Zamorano-Leonés ha llegado al momento actual en buenas condiciones para ayudar a afrontar los retos ambientales y socioeconómicos a los que debe enfrentarse el espacio rural. Su papel en este contexto de cambios y adaptaciones condicionará su futuro, con una mezcla de tradición e innovación, refrendada por los conocimientos científicos: animal que mejora la vida de sus propietarios, que ayuda en tareas agrícolas integradas en la agroecología y en la agricultura regenerativa, en actividades terapéuticas para personas con necesidad de disfrutar de su fuerza y su delicadeza, en la gestión de la vegetación forestal, con una leche que ofrece propiedades interesantes, protagonista de propuestas turísticas atractivas y singulares, e incluso como guardián de rebaños frente al ataque de depredadores.

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ASOCIACIÓN

La Asociación Nacional de Criadores de la Raza Asnal Zamorano-Leonesa (Aszal) se creó en el año 1995, tiene su sede en la ciudad de Zamora y está integrada en la actualidad por 227 explotaciones, que se distribuyen de forma mayoritaria en la comunidad de Castilla y León.

Más información en www.aszal.com



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